Liberados del temor de la muerte
A la mayoría de nosotros no nos gusta pensar en la muerte, mucho menos hablar de ella. Es un tema que causa temor. Pero en algún momento u otro, todos hemos sido tocados por la muerte al sufrir la pérdida de algún pariente, amigo, vecino u otra persona a quien conocíamos.
Aunque intentamos prolongar la vida, nadie puede escaparse de la muerte. Cuando llega el llamado final de la muerte, todos —ricos o pobres, fuertes o débiles, famosos o desconocidos— tienen que rendirse.
La muerte causa temor no sólo por ser inevitable y poderosa, sino también por ser misteriosa. ¿Qué sucede cuando morimos? ¿Qué nos espera en el gran desconocido? La Biblia dice acertadamente que durante toda nuestra vida estamos sujetos a esclavitud por el temor de la muerte.
Sin embargo, nuestro Creador amoroso, el Dios viviente, no tenía la intención de que muriéramos.
Entonces, ¿de dónde provino la muerte? La muerte es la consecuencia del pecado. Dios creó al hombre porque Él quería compartir Su vida eterna con el hombre. Pero antes que el hombre recibiera la vida de Dios, Satanás engañó al hombre y lo envenenó inyectándole su naturaleza pecaminosa. Como resultado, nuestro espíritu humano, creado para contactar y recibir a Dios, quedó sumido en muerte; nuestra alma humana, especialmente nuestra mente, llegó a ser un enemigo de Dios; y nuestro cuerpo humano, creado por Dios como un vaso puro, se contaminó con el pecado, con lo cual fue condenado a morir físicamente.
No obstante, la muerte física no es el final. La Biblia nos dice que está reservado a los hombres que mueran una sola vez, y después de esto viene el juicio. ¿Por cuáles cosas seremos juzgados? Sobre todo, seremos juzgados con respecto a si hemos creído o no en Jesucristo, Aquel que murió por nuestros pecados y venció la muerte para librarnos de su poder. Si no creemos en Él, enfrentaremos la segunda muerte, la cual consiste en perecer en el lago de fuego en tormento eterno.
¿Quién es este Jesucristo en quien debemos creer? Jesús es Dios mismo que se hizo un hombre de carne y sangre. Él vivió una vida sin pecado y luego murió en la cruz por todos nosotros, los pecadores. Luego, tres días después de haber sido crucificado, Él resucitó de entre los muertos. ¡Él derrotó el poder de la muerte! Al morir por nosotros, Él resolvió el problema de nuestros pecados; al resucitar de entre los muertos, Él quebrantó el poder que la muerte tenía sobre nosotros.
Cristo vive hoy y para siempre. En resurrección Él llegó a ser el Espíritu vivificante, quien ahora está disponible a todos en todo lugar. Como Espíritu, Él puede entrar en nosotros con Su vida victoriosa que vence la muerte. Cuando recibimos al Cristo resucitado al creer en Él, Él vivifica nuestro espíritu con Su vida eterna hoy y nos libra de la segunda muerte, la muerte eterna en el futuro.
El Señor Jesús desea liberarlo a usted del temor de la muerte y darle la esperanza de la vida eterna. Simplemente abra su corazón y haga esta oración:
“Señor Jesús, creo que moriste por mis pecados y resucitaste de entre los muertos. Gracias por vencer la muerte y venir a darme vida eterna. Te recibo como mi Salvador ahora mismo. Amén”.
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