Ya no somos enemigos

Alguna vez ha pensado: “¿Por qué siento tanta intranquilidad? ¿Cómo puedo tener paz?”. Independientemente de lo que usted haga, la paz interior que anhela parece ser inalcanzable. Todos se han sentido así, sin importar su formación, educación o estatus social.
 
La raíz de esta intranquilidad es que los seres humanos no están en paz con Dios. ¿Por qué? Si a fin de cuentas, Dios nos creó. Él quería tener una relación amorosa con nosotros. Pero Satanás, el enemigo de Dios, engañó al hombre y lo envenenó inyectándole su naturaleza pecaminosa y maligna. La humanidad llegó a ser pecaminosa y, como resultado, está fundamentalmente en conflicto con Dios. En esta condición es imposible tener paz.
 
La Biblia nos dice que estamos alejados de Dios y somos Sus enemigos en nuestra mente por nuestras malas obras. Todos los días, la gente rechaza, profana y actúa en oposición a Dios. Algunos incluso dicen insolentemente: “No hay Dios”. El pecado afecta a todos, distanciándolos de Dios y haciéndolos enemigos de Dios.
 
Usted podría pensar: “No soy una persona tan mala”. Pero ¿puede alguno afirmar que nunca ha tenido un pensamiento pecaminoso, dicho una mentira o actuado indebidamente? O tal vez usted piense que las buenas obras pueden compensar por los pecados. Pero el veneno del pecado automáticamente mancha cada pensamiento, palabra y acción. La Biblia nos dice claramente: “No hay justo, ni aun uno”.
 
A fin de tener paz, usted debe ser reconciliado con Dios. Pero los pecados son una barrera insuperable entre la humanidad y Dios. En este asunto, todos estamos completamente indefensos; nadie por cuenta propia puede hacer nada para deshacerse de sus pecados.
 
¡Pero hay buenas nuevas! Debido a Su inmenso amor, Dios envió a Su Hijo, Jesucristo, a morir en la cruz por los pecados de toda la humanidad. La Biblia dice: “Dios muestra Su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. Jesús llevó sobre Sí el juicio por los pecados de usted y derramó Su sangre para resolver el conflicto entre usted y Dios. Debido a Su sacrificio, si usted acepta a Jesús como su Salvador, sus pecados serán perdonados y usted será reconciliado con Dios. Dios lo recibirá con gozo y llenará su corazón con una paz profunda y Su amor eterno.
 
Usted no tiene que permanecer en inquietud e intranquilidad interminables. No tiene que ser un enemigo de Dios. Él lo ama y anhela que usted sea reconciliado con Él. Jesús murió para hacer esto posible, pero usted debe aceptarlo y recibir lo que Él hizo por usted. Sencillamente arrepiéntase, es decir, vuelva su corazón a Dios. Confiese sus pecados a Él y acepte al Señor Jesús como su Salvador al orar:
 
“Señor Jesús, me arrepiento. Confieso que soy un pecador. He sido Tu enemigo. Perdóname de mis pecados. Señor Jesús, gracias por amarme y morir en la cruz por mí. Te recibo como mi Salvador ahora mismo. Gracias por reconciliarme con Dios y por brindarme paz con Dios. Amén”.

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